19 de abril del 2022
Noches de insomnio
Hubo un tiempo en el que consideraba que las noches de insomnio eran una maldición. Dormir era un escape de la espiral mortal. Un respiro temporal de la conciencia que nos inflige a todos. En el sueño había consuelo. Atrapado en un estado entre la vida y la muerte en el que la mente se apagaba y el cuerpo se permitía recargarse, había pocas cosas que pudieran perturbarme.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que comenzó el insomnio? Antes de la matanza, eso es seguro. Si a esa edad hubiera tenido aún el corazón para dormir, tal vez hubiera sido más amable con el hombre que me jugó los ojos. Incluso antes de las cirugías. Estas ventanas nubladas en mi alma coincidían con la persona que yo era en ese momento. Si no estuviera ya tan agotado y roto, ¿cómo podría resucitar como el monstruo de Frankenstein? Tal vez nunca he dormido realmente una noche. Sólo he soñado con el sueño. Un concepto artificial del descanso humano.
Tomo un trago del líquido transparente de mi vaso y siento que me arde hasta la garganta. Antes de que me caliente el pecho hay una pausa. Mis ojos se abren un poco. Apenas perceptible, como una sombra en la oscuridad. Otro trago. Esta vez fluye con naturalidad. Dos dedos en el lateral de mi cuello confirman el funcionamiento de mi Throa2. Termino el trago y me sirvo otro. El silencio que sigue sólo lo rompe el interminable tic-tac de un reloj analógico en la esquina.
Las noches de insomnio pueden ser una bendición. Una protección contra el subconsciente que está al acecho, enroscado y preparado con colmillos venenosos. Un rostro pasa por mi mente. Había sido hace tanto tiempo, tan insignificante que apenas importaba. Ojos verdes brillantes. Pelo castaño salvaje. Esa sonrisa felina que había brillado en la oscuridad de la noche. Aquellas gafas verdes que le permitían ver en el campo. La voz burlona que me había incitado. Las garras que se clavaban en mi carne, una y otra vez. Lo de siempre y no es algo que haya memorizado... conscientemente al menos. Era un rostro que había llegado a reconocer en las últimas semanas. Siempre sonriente, siempre travieso y lleno de vida. Él mismo que había visto temblar de miedo hoy mismo.
—Ya no está enfadado FuuFuu-chan. Hizo filetes para disculparse.
—Kyoudai, vamos, estamos poniendo una película.
—Fuu-chan, no debería haber robado tu arma. Sal y pasemos el rato.
El último golpe en mi puerta fue sólo eso. Un golpe. Ningún sonido de pasos yendo o viniendo. Ninguna palabra para el monstruo que lo había golpeado contra el suelo y casi le había atravesado el pecho con un puño. Probablemente alguien le había obligado a llamar a la puerta. Al final siempre vienen a verlo. Lo que soy. Lo que nunca seré.
Mis ojos se centran en el Netjack cuidadosamente colocado sobre el escritorio junto con una botella de ginebra. No era un arma, no realmente. Una herramienta, más bien, para apagar dispositivos electrónicos. Ningún humano podía ser herido por él, y era poco probable que alguien fuera de mi propia línea de tiempo fuera capaz de conectarse a la red neuronal y activarla. Aquella sonrisa burlona mientras la lanzaba al aire con tanta despreocupación. No tenía ni idea de con qué estaba jugando. De cuánto daño podría hacer en las manos equivocadas. Ya lo había hecho en el oscuro futuro que era mi pasado de neón. Ya había visto esa imagen. Un ladrón fantasma con un arma más mortífera de lo que podía entender. Actué en consecuencia.
Sólo el nombre que gritó mientras mi puño atravesaba el aire me sacó de dudas. ¿Dónde había oído ese nombre antes? ¿Por qué el Ladrón Fantasma dijo ese nombre? No fue hasta que me quedé dormido que todo cobró sentido. El mismo nombre, a través de dos líneas de tiempo. La misma cara con un nombre diferente. La misma arma cumpliendo su función.
Se quedó conmigo en algún nivel a pesar de todas las mentiras que me digo a mí mismo. Me sacó de la memoria en la que estaba enterrado. Me termino el vaso de ginebra una vez más y vuelco inútilmente una botella vacía sobre el recipiente. Otra misión más cumplida por el Legatus 505. El alcohol era otra forma de escapar de la conciencia. Más fácil de obtener que el sueño. Menos tóxico con un historial como el mío.
Me pongo en pie, tambaleándome un poco y apoyándome en la pared como soporte. Me siento débil. Humano. No el monstruo que me hicieron ser. Me sentía parecido en el sueño. Cubierto de sangre de pies a cabeza. Sin un brazo y con incisiones bien dirigidas en puntos vitales. Las garras del gato habían hecho su trabajo.
Las puntas de los dedos se mueven hacia mi columna vertebral y sienten el metal allí, abultado contra la tela de mi camisa. El suave resplandor que irradian ilumina el rojo y el negro de mi mano antes de apartarla. Ya no me duele. He arrancado todas las partes que me dolían. No me encontrarás gritando nombres en pánico.
¿A quién iba a llamar a estas alturas? Incluso en otra época en la que no hay batallas que librar ni seres queridos que vengar, sigo siendo sólo una máquina. Ahora ni siquiera tengo un propósito. No hay un Legatio que me impulse a seguir adelante y a defenderse de la serpiente enroscada. Agarro la botella vacía y me dirijo a la puerta, abriéndola por primera vez en dos días.
-Thud-
Doy un salto hacia atrás alarmado, con la botella en alto. Las IIs parpadean de esquina a esquina anticipando otro IED.
...
El ladrón fantasma se ha hecho un ovillo, claramente apoyado en mi puerta. Ni siquiera la caída al suelo al abrirse la puerta le ha despertado de su letargo, con la cara desplomada en un amasijo de filetes y espárragos fríos.
—Tch~
Una suave carcajada, más exhalación que risa escapa de mis labios.
—Gato estúpido. ...Vamos a llevarte a la cama.
Traducción: Auri
Edición provisional: Auri
Entrada Original: https://legatus505.blogspot.com/2022/04/sleepless-nights.html